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Escuchemos la voz de los niños

Por María Jesús Parada

En 1989 la convención de los derechos de los niños(as) decretó la importancia de la participación infantil y el carácter de ciudadanía de la infancia.

Constantemente las familias -en cualquiera de sus formas- tenemos dudas sobre cuánto y cuándo escuchar la voz de los niños y niñas.

Siempre que conversamos de esto con los papás y las mamás, considero relevante -y el primer paso- que cada uno/a pueda identificar cuán sensible es a la escucha, como mejorar o desarrollar más las habilidades de escuchar, observar y sentir a los niños/as que les rodean.

Digo sentir/observar y no solo escuchar porque los/as niños/as la mayoría de las veces no nos hablan exactamente como quisiéramos, a veces nos hablan mientras están jugando un juego de fantasía, o a veces cuando en un día están más lábiles emocionalmente. A veces nos hablan con sus movimientos y otras veces con su calma. A veces les ponen palabras a lo que quieren decir y a veces no.

En el inicio del desarrollo infantil, los/as niño/as requieren que los y las adultas vayamos poco a poco poniendo palabras a lo que nos van mostrando, de esta forma van armando, construyendo y caracterizando el mundo que les rodea.

Volviendo al tema de la participación, no se trata de que los papás y las mamás dejen que los niños/as hagan y deshagan en el día a día, sino que puedan ir considerando -como algo prioritario- los deseos de la infancia a la hora de programar una actividad u ordenar un calendario.

Si un niño o una niña siente esa consideración y ve que su opinión y sus emociones son válidas y valiosas para su entorno, entonces sabrá que hay un contexto en el que puede aportar y donde sus ideas construyen con los y las demás.

Para que esto -que la mayoría de nosotro/as solemos desear para los niños/as- ocurra, es menester volver a preguntarnos por nuestra calidad y presencia cuando nos disponemos a considerar lo que un/a niño/a quiere, opina, necesita.

En la vida cotidiana hay múltiples ejemplos en los que podemos entrenar nuestra habilidad de escuchar/mirar/sentir. Me gusta -en lo personal- usar la expresión “estaba pensando que… que te parece a ti”, y lo bueno, es que podemos aplicarlo a muchas situaciones y abrirnos a comprender mejor y también tener más información para sentirnos tranquilos/as de cómo acompañamos a nuestro/as niños/as.

Hace no mucho tiempo acompañé a una familia que se cambiaba de ciudad, en una decisión por comenzar a vivir el proceso con sus hijo/as comenzaron a decorar su nueva pieza. Aquí conversamos justo sobre este punto que señalo más arriba, ya que la mamá veía esto como una posibilidad de contener a sus hijo/as en el desarraigo que significaba dejar sus amigos y sus espacios atrás. De manera que practicamos la frase. Es muy  distinto que un niño llegue a su nueva casa y la pieza esté intacta y decorada, a decidirse a explorar qué es lo que desea su hijo y hacerlo parte del proceso, así que la mamá dijo: “Hijo, estoy pensando en poner tu pieza a tu gusto, se me ocurría comprar unos cuadros de animales de la selva, qué te parece a ti?”. Con esta pregunta, la madre valida la posibilidad de que aparezcan nuevas ideas y considera que esas ideas aportan en el nuevo proceso familiar. La pieza finalmente fue decorada con aviones y helicópteros y la mamá y el niño aprendieron nuevas cosas el uno del otro.

Otro ejemplo, del cual yo he aprendido mucho, es de nuestro proyecto Perplén. Aquí construimos espacios de niños/as a través del diseño participativo. Con nuestro equipo diseñamos sesiones especialmente para recolectar la información que para los niños y las niñas es relevante para un proyecto que se construirá en su barrio. La semana pasada en una sesión con niños y niñas de diferentes edades, teníamos la misión de hacer el diseño de una plaza. La sesión estaba muy organizada, pero repentinamente los/las niños/as inventaron un juego de pillarse y correr. Primero pensamos en traerlos a todos/as de vuelta a la actividad pero luego vimos que estaban jugando a cómo jugarían en los juegos pasando de un juego de madera a otro, imaginando que el suelo es lava. En el juego decían por cuáles juegos querían pasar y dónde intentarían no caerse. Aunqu finalmente, volvimos a la actividad, nos dimos cuenta que los niños y las niñas tenían mucho entusiasmo por la idea de tener un lugar de juegos y obtuvimos mucha información acerca de los juegos de su preferencia. Quizás desde fuera alguien pensaría que pudo ser mucho juego y poco trabajo, sin embargo, la evalúo como una sesión muy provechosa, y comprendo también que somos nosotro/as quienes debemos comprender de una forma más profunda el lenguaje de los/as niño/as.

En otras actividades les he pedido que hagan la ciudad que más les gustaría y me sorprende que siempre construyen una ciudad muy integrada con la naturaleza, donde hay áreas verdes y animales y siempre tienen GRANDES ideas de cómo podríamos convivir mejor.

La compañía cotidiana en casa tiene un sin número de oportunidades para que los/as adulto/as podamos desarrollar mayor escucha y observación. Para los/as que tenemos niños/as cerca tenemos muchas instancias para practicarlo.

Verbalmente: “que tal si…” , “qué piensas tú de…”, “tengo frambuesas y chocolates, cuál prefieres?”, “esto me dio mucha pena, ¿tú cómo estás?”, “a mí me gustaría que el juego fuera un camino muy largo y a ti?”, “he estado viendo que tu cuerpo está muy inquieto, cómo está tu corazón?”, “vi que construiste una ciudad con muchos animales, me parece maravilloso”, “Traje mi juguete favorito, tú tienes uno?”.

Físicamente: Sentarse a observar, involucrarse en el juego con una disposición a que mi hijo/a lo guíe, estar atento/a de sus preferencias y considerarlas, observar sus necesidad o tendencias de juegos.

Lo mejor de todo… ¡es que siempre podemos encontrar buenas razones para comenzar a mirar la vida desde la óptica de los/as niños/as, la vida desde un metro.

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