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“Intento hacer lo que puedo con lo que tengo, con mis colores y mis ilustraciones”

La ilustradora y diseñadora colombiana Catalina Estrada (@catalinaestrada) lleva más de dos décadas viviendo en Barcelona. Poco antes de la Pandemia viajó a su país a visitar a los suyos, donde sigue hasta el día de hoy. 

Su tierra es lo que le da todo el color, naturaleza y vida a un trabajo que ha vestido a grandes del mundo como Coca-Cola, Paul Smith y Paulo Coelho,por nombrar solo a algunos que se enamoraron de la flora y fauna contada en mil colores por Catalina. 

Su quehacer ha estado siempre ligado a la iniciativa de proyectos sociales a los que de manera genuina, optimista y llena de amor decide prestar sus servicios para crear piezas ilustradas que cargan los corazones con toda la energía del color.

- La pandemia te agarró en Colombia, ¿cómo se adaptó tu vida y tu trabajo a esta nueva manera de estar?

Para mí fue algo muy lindo poder regresar a Colombia sin haberlo planeado, incluso en un momento tan complicado como este, soy muy afortunada de poder pasar la pandemia en medio del bosque, de poder estar cerca de mi madre y de poder contribuir un poco con mi trabajo a un país tan complejo en un momento tan complicado como el que estamos viviendo. Al quedarme aquí decidí enfocar gran parte de mi trabajo a proyectos sociales. Colombia es un país maravilloso pero tiene realidades que duelen mucho. Yo intento hacer lo que puedo con lo que tengo, con mis colores y mis ilustraciones, aportar granitos de color y mucho amor a comunidades menos favorecidas.

Es difícil trabajar con 2 niños pequeños las 24/7, ser madre y estar tan volcada en estos proyectos, pero quejarme sería un crimen, porque repito: soy muy afortunada de poder pasar la pandemia aquí cerca de mi familia.

 

La naturaleza ha sido muy sanadora e inspiradora, todo esto se ha evidenciado fuertemente en mi trabajo y en mi salud mental.

- Por tu IG he visto tu compromiso con las comunidades indígenas de tu país, ¿en qué estás trabajando específicamente y cómo te involucras con estas iniciativas?

Todo ha ido surgiendo de manera muy orgánica.

Yo hacía 10 años ya que llevaba trabajando para el Laboratorio del Espíritu (una biblioteca rural en la montaña) y para ellos hacía pañuelos solidarios inspirados en la poesía que escriben los niños campesinos. Ellos recogen fondos con esos pañuelos para financiar sus proyectos educativos, culturales y artísticos. Ha sido una muy buena fuente de ingresos.

Así cuando me reencontré con Carolina Villegas, una amiga muy cercana que trabaja llevando material escolar a los niños en el Amazonas, me contó que este año cerraron la escuela y escasea el alimento, por lo que decidió recoger fondos para llevar herramientas y semillas a las madres de los niños de la escuela y que así puedan empezar a sembrar sus huertos caseros.

Le ofrecí diseñar y donar 100 pañuelos para recoger fondos y el 100% de sus ventas se destinaría a esta causa.


El problema era que si los vendíamos no teníamos cómo enviarlos en medio del confinamiento. Yo pensaba que se venderían como mucho 30 entre amigos y familia y el resto pues ya me tocaría regalarlos de navidad. Pero decidí publicarlos en las redes sin pensar mucho. Al instante saltó Lina Sanchez, una chica que admiraba mi trabajo, y se ofreció para hacer todos los envíos porque ella tenía una tienda online. Ella fué nuestra solución y gran aliada. En 3 días se habían agotado los 100 pañuelos, y ya teníamos fondos suficientes para reimprimir.

Al día de hoy ya hemos vendido más de 500 pañuelos. Inicialmente la idea era llevar herramientas a 60 mujeres, y por suerte y la generosidad contagiosa de la gente hemos recogido para llevar herramientas y semillas a 257 mujeres / familias! Estamos en una felicidad absoluta.

Unos días después me contactó Cristal Ange, que lidera la Fundación Herencia Ambiental Caribe. Para ellos diseñé y doné 100 pañuelos con la finalidad de proteger el último bosque seco tropical de Colombia, Montes de María, allí habitan el jaguar y muchas otras especies en vía de extinción. Esta fundación también trabaja con más de 150 familias campesinas que habitan esta zona que ha sido muy golpeada por la violencia. Es un proyecto precioso.

A través de Carolina Villegas conocí el maravilloso trabajo de Ruth Chaparro que lidera la Fundación Caminos de Identidad (FUCAI) y trabaja hace más de 30 años por comunidades indígenas a lo largo y ancho de Colombia. Me enamoré de su labor, de su fortaleza y su eficacia. Ella se enamoró del pañuelo que había diseñado para Carolina y un día me llamó. Hablamos mucho rato y me contó su preocupación por los Wayúu, habitantes del desierto de la Guajira, en el Norte de Colombia, donde hace más de 6 años que no llueve.

Es la región de Colombia con el PIB más alto del país pero, irónicamente, donde más niños mueren de hambre y sed. 

A falta de agua, los niños toman barro, de ahí viene la diarrea, y de ahí la desnutrición y de ahí la muerte.

Cada pañuelo se convierte en un viaje de 5 mil litros de agua que FUCAI lleva a los wayuu. Agua para poder tomar, agua para poder sembrar. Agua para que la vida pueda continuar.

Un día para optimizar recursos quería negociar con la imprenta Publicaciones VID que produce los empaques de los pañuelos.  Es una imprenta local. Los llamé un día a pedirles rebaja. Hablé con la directora y me contó que en la imprenta trabajan con personas de exclusión social, con drogadictos, exguerrilleros, prostitutas y los ayudan a educarse. Cuando colgué con ella tenía lágrimas en los ojos. Me conmueve encontrar tantas personas que trabajan por los demás, que dan oportunidades y que hacen desde lo que pueden.

El pañuelo es la bandera...

Mi idea con estos pañuelos es crear para las fundaciones un producto de difusión que a la vez sirve como fuente de ingresos auto sostenible. Yo hago la donación de los primeros 100 pañuelos, 500 empaques y el 100% de los ingresos van directo a las fundaciones. Con estos ingresos ellos ya tienen para reimprimir cuantos quieran y así seguir generando ingresos y contando su historia a todo quien lo reciba, cada pañuelo alza su propio vuelo llevando en sí mismo la voz de una comunidad.

Me involucro con cuerpo alma y corazón, intento darle la difusión a cada pañuelo, a cada fundación, acompañarlos en todo el proceso, hemos ido construyendo una cadena de pañuelos, de proveedores, de ayuda, de generosidad increíble. Es como un fuego que hay que irlo alimentando para que no se apague. 

A través de estos proyectos he conocido gente muy generosa, amorosa que hace cosas por su cuenta y construye en la medida de lo que puede. Entre todas creamos un circuito de energía que nos empuja a seguir trabajando. A confiar un poquito más en que sí se pueden hacer cosas hermosas incluso en este país, en este contexto.

Mediante de colores y formas puestas en un trocito de tela de 70 x 70 cm movilizamos a muchas personas para poder llevar agua al desierto, herramientas al Amazonas, proteger al Jaguar en Montes de María. Estos proyectos ya existían, yo no inventé nada. Yo me agregué a un circuito de personas que hacen cosas hermosas. Les puse color. Ese color llamó a más gente.

El hecho de poder visibilizar el trabajo de gente tan valiente como Carolina, Cristal, Ruth y generar una red de ayuda que se ha movido, construido y crecido orgánicamente en tan pocos meses a través de las redes sociales simplemente es algo que no termino de creer, y agradecer. Es, sin duda, lo más bonito que me ha traído esta pandemia y mi oficio.

Llegar desde el Norte del país en la Guajira, hasta el sur en el Amazonas, a comunidades indígenas tan diferentes.

Corazón vibrante

A estas comunidades indígenas, campesinas y también urbanas hemos donado:

  • 4 mil tapabocas (mascarillas) con mis estampados producidos por Estampamos, la empresa local que me imprime los pañuelos.
  • Más de 700 kits de colorear con mis libros ilustrados.
  • 257 kits de herramientas y semillas para las mujeres del Amazonas.
  • En breve podremos ayudar a comprar una casa a un señor viejito desplazado por la violencia que se niega a vender su trocito de bosque seco porque lo quiere proteger, y mientras vive en una hamaca.
  • Recién empezamos el conteo de litros de agua y tanques para que las familias y comunidades la puedan almacenar.

Nunca se me ocurrió que pudiera formar parte en algo tan enorme. Nunca pensé que en medio de un confinamiento podría conectar y llegar a tanta gente de este país a través de mi trabajo. 

Visita su trabajo en https://catalinaestrada.com

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